El escritor que nunca leyó sus libros

Existen casos en la historia literaria en los que los autores se han distanciado tanto de su propia obra que nunca han llegado a leer sus propios libros. Uno de los casos más destacados es el del escritor francés Marcel Proust, autor de la monumental novela «En busca del tiempo perdido».

Marcel Proust es considerado uno de los escritores más importantes del siglo XX. Su obra cumbre, «En busca del tiempo perdido», consta de siete tomos y es una reflexión profunda y detallada sobre la vida, el amor, el arte y la sociedad. Sin embargo, a pesar de la gran importancia que se le da a esta obra en la literatura francesa e internacional, Proust nunca llegó a leer sus propios libros.

El escritor era muy perfeccionista y, según algunas biografías, temía enfrentarse a la posibilidad de encontrar errores en su obra. Además, padecía una enfermedad crónica que le impedía leer durante largos periodos de tiempo. Proust confiaba plenamente en la opinión de su círculo cercano de amigos, quienes leían sus manuscritos y le proporcionaban sus comentarios y críticas.

A pesar de no haber leído sus propias obras, Proust se dedicó por completo a la escritura. Se dice que pasaba gran parte de su tiempo en su habitación, en la que había colocado un lecho especial para poder escribir acostado, y que tenía la costumbre de escribir durante la noche y dormir durante el día. También se dice que era muy exigente con sus editores y con la corrección de sus manuscritos, y que llegaba a reescribir una misma página decenas de veces hasta quedar completamente satisfecho.

La obra de Proust ha sido objeto de estudio y análisis por parte de numerosos críticos literarios y académicos, quienes han encontrado en ella una riqueza y complejidad que la convierten en un clásico de la literatura universal. A pesar de que Proust nunca leyó sus propias obras, su legado literario sigue vivo y su nombre es reconocido en todo el mundo como uno de los grandes de la literatura francesa y mundial.

En definitiva, el caso del escritor que nunca leyó sus propios libros es una muestra de la complejidad y las peculiaridades que pueden rodear a la creación literaria y a la relación que los autores tienen con su propia obra. Marcel Proust, a pesar de no haber leído sus libros, es un ejemplo de cómo la literatura puede ser una forma de vida y de cómo la dedicación y el esfuerzo pueden llevar a la creación de obras maestras.

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